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Manuel Montalvo

¡Feliz Navidad desde Cartas del Metropolitano!

Desde Cartas del Metropolitano os deseo una Feliz Navidad y que disfrutéis estos días rodeado de los vuestros. Mis mejores deseos para 2012 ¡Un abrazo!

No habrá paz para los malvados

No habrá paz para los malvados. Un análisis del contenido de la declaración de ETA.

viernes, 28 de enero de 2011

Para MM



Me ha costado. Difícil. Muy difícil ¿Qué cosa, no? No te había escrito nunca hablando de esto. En serio. De verdad. Sin mentiras. Parecía que estaba todo dicho. Yo creo que no. Por eso estoy aquí. Por eso esta carta. Porque te voy a contar mi historia. Lo que está pasando. Ahora mismo. ¿El motivo? Cada vez que lo pienso me parece patético. Lamentable. Teclear para hablar con tu amigo, si tú, mi amigo, para contarte esto. A pesar de todo. Bastante que ha pasado ya. Bastante que hemos pasado ya. Sólo la última vez que quedamos para hablar en Delorean aquella noche. Qué tiempo. Mucho. ¿Es normal lo que pasa? ¿Crees que las cosas pasarían así si nos parásemos a un pensar un minuto, dos horas o veinticinco meses? No sé cuál es el inicio, pero visto lo visto, cada vez que entramos en contacto tú, yo o cualquiera de nuestros amigos se ve claramente el final. Por desgracia. Para siempre. ¿Será de verdad? Espera un momento. Sólo te pido una cosa. La última. No sé si será la última vez que te diga esto. ¿Tendrá final? Imagina una mesa, y pon todos los recuerdos, secretos, momentos e instantáneas juntos, de todos nosotros, en colectivo o en individual de aquí a 10 años. Una por una. Una detrás de otra. Seguidas como una película. Colegio, cine, fiestas, viajes… Intenta poner cualquier momento, cualquier situación que te recuerde algo bueno. Yo lo estoy haciendo ahora mismo. Intenta no pensar en lo malo. Sólo en lo que te hace sentir bien. En lo que nos hace sentir bien. Juntos. Todos. Creo que merece la pena. Pienso que de todos os conozco bastante como para dar una opinión: incluso de ti. Igual que tu de mi. Y de los demás. Y sabes que no somos así. Ni tú, ni yo, ni los demás. Nadie. Ni pensarlo. Jamás. Sé que hemos tenido roces, muchas veces si paras a pensar un instante, un minuto, dos horas, veinticinco meses, sin sentido, “pegoletes” como te gusta decir, con un inicio un poco gravoso pero con una solución en la que se ve un final que merece la pena. Seguro. Porque yo, como los demás, en cualquier momento, cualquier día y a cualquier hora, ante cualquier problema, todos juntos, unos con otros, o cada uno los suyos, mis problemas, los tuyos o los de los demás. Siempre sabíamos que podíamos ver un final, unas veces antes, otras después. Porque ahí estaban Ángel, Antonio, Gómez, Lourdes, Manolo, María, Rafa, Sandra, y más tarde ambas Cristinas. Ponle tú el orden. Inténtalo. Imagino que no puedes. Yo tampoco podría. Ni pensarlo. Jamás. No antepondría ninguno a nadie. Nunca. No puedo por más que lo intente. Creo que tu tampoco. Y sé que ellos tampoco. Lo sé. Lo sabes. Lo saben. Por eso me duele, como creo que a los demás, el tener que hablar a través de mensajes. De correos. Lamentable. Tanto tú, como los demás, como yo. ¿No crees? Sé, lo sabes y lo saben, que todo lo que pasa tiene un origen, un motivo. Como también se, sabes y saben que no puede haber mentiras. Ni antes ni ahora. A pesar de todo. Nunca. Jamás. Sería absurdo. ¿Cuándo nos hemos mentido? Piensa en un solo año, un solo mes o un solo día donde haya habido una mentira como para dejarte de lado. Como para dejarnos de lado. Tu. Nosotros. Yo. Más bien creo que es un problema de entendimiento. Por una maldita llamada. Por un momento. ¿La culpa? Mía. Tuya. De todos. Con lo fácil que sería hablarlo. Sólo hay que marcar. Nos entenderíamos a la primera. Pero sin mentiras. Ni tuyas, ni mías, ni de los demás. Esa es la premisa. La exigencia. ¿Pero sabes qué? No creo que haga falta: no la hacía antes y no la va a ser ahora. ¿El motivo? Bastante claro. Ahí está. Lleva 10 años ahí. Y los que pasarán. Piensa en los momentos de la película. Porque un amigo, unos amigos jamás mienten. Nunca. Se entienden. Y comparten lo que pasa. Pero escuchan. Se buscan. Piensan. Lo intentan. A pesar de las apariencias. De lo que parezca. A sabiendas de lo que pasa. Porque tú lo sabes. Ellos lo saben. Yo lo sé. Ninguno hemos mentido. Nos lo hemos dicho todo, sobre todo lo malo. Es normal. Somos amigos. ¿Tiene que haber un inicio, no? Pero es el último paso, el final de todo lo malo. Ya que hemos terminado de sentar las bases de todo, hay que frenar. Frena. No sólo tú. Todos. Tus amigos. Del primero al último de la lista. Sin orden de prevalencia. Sin clasificaciones. Es difícil, lo sé. Lo que te escribo, lo escribo por mí, sin consultar en los demás, pero creo que seguimos la línea. A pesar de todo. A pesar de todos. Supongo que no sólo dependes de esto, de tus amigos, de los momentos, sino que entran en juego más cosas, más motivos, más acontecimientos: lo que tienes al lado. Todo lo que has tenido y has conseguido estos últimos años. Los que ahora mismo están junto a ti. Con quien compartes tu vida. Ahora mismo. Y sé que es difícil conjuntarlo todo. Lo de antes y lo de ahora. Por los acontecimientos. Por todo lo malo. ¿Pero habrá que empezar no?

Pues con todo esto ahora te cuento mis momentos, mis ratos, mis situaciones. El inicio de esta carta. Lo de hoy no debería de haber pasado. Nunca. Jamás. Me acuerdo del día de tu cumpleaños. Intenté hablar contigo. Porque sí. Porque me apetecía. Lo hice siempre y no iba a dejar de hacerlo ahora. Sin respuesta. Sin contestación. No importa. Somos amigos, será un olvido. ¿Qué más da? Estará disfrutando de su día. Te vi en navidad, tú sabes dónde y con quien. Segunda oportunidad. Piensa en ese momento. En ese instante. 20 segundos. Quizás menos. Pocos. Muy pocos. Compara los de tu película. Yo pensé en la mía. Sin un gesto ni palabra en la que te encontrara. En la que creyera de verdad en arreglar todo esto. En la que pensara que había solución. Pero daba igual. Lo sé. Seguro. Porque sé que llegará el día en que llegaremos a la solución. Pienso que sí. En un día. En dos horas. En veinticinco meses. ¿Sabes por qué? Porque hay ocho películas de hace bastante tiempo. Ahora dos más. Junto a la mía. Cada una por separado. Pero que llegan a un mismo punto. Que saben que es imposible dejar de lado todo lo anterior. Sin mentiras. Sin fisuras. Podría haberlo dejado en privado para ti y para mí. Pero no. Prefiero que se vea. Porque estoy harto de esconderlo. Harto de no poder solucionar esto. Harto de tener que mensajearnos constantemente recordando lo que hemos hecho mal. Lo que has hecho mal. Lo que he hecho mal. Sin ningún atisbo de solución. Sólo de rencor. De insidia. De insultos. Ese es el motivo de la carta. Por la película. Por mí película. Porque la he recordado. Porque es nuestra película. Juntos. Porque somos amigos. Todos. Y merece la pena. A pesar de todo.